Trabajar dentro de una fábrica implica una serie de riesgos y de peligros que es necesario tener en cuenta para tratar de evitarlos. Por todos y por todas es conocido (o debería serlo, al menos) el protocolo de protección de riesgos laborales que existe dentro de esas fábricas y empresas. Pero lo cierto es que la cantidad de problemas que puede sufrir el cuerpo humano dentro de uno de esos lugares va mucho más allá de lo que muchos nos podemos llegar a imaginar.
En una fábrica, el humo es uno de los acompañantes clásicos de los trabajadores. Aunque todas las naves disponen de un sistema de ventilación que está regulado por ley, siempre es posible (y, de hecho, es habitual) que haya partículas de humo que entran en contacto directamente con los propios empleados. Estas partículas, que en principio pueden parecer inofensivas, son capaces de provocar un verdadero estropicio dentro del cuerpo humano. Tal cual lo leéis.
Y estamos hablando sólo de humo. La situación es idéntica cuando hablamos de las millones de partículas que pueden quedar en el aire dentro de una nave industrial o de una fábrica. Los efectos nocivos de este tipo de elementos derivan, a menudo, en cánceres de pulmón, problemas respiratorios y demás asuntos que requieren, por un lado, que nos alejemos de su exposición y que acudamos de manera inmediata a un médico para comprobar que los daños no sean demasiado severos.
Pero pocos y pocas han pensado en los efectos que tienen todo este tipo de situaciones para una zona del cuerpo tan delicada pero a la vez tan importante como lo son los dientes. Nuestras piezas dentales también sufren cuando se exponen al humo y a las nocivas sustancias que pueden encontrarse en el aire en uno de estos lugares. Es conveniente, del mismo modo que para otras zonas del cuerpo, controlar que las piezas dentales no estén sufriendo en exceso como consecuencia de la exposición a estos elementos. De lo contrario, podemos tener problemas.
Como comentábamos con anterioridad, pocos particulares y pocas empresas han manifestado tener un interés firme y comprometido con la investigación y el desarrollo de soluciones para paliar los efectos que el humo y todas las sustancias que se encuentran en el aire en una fábrica pueden tener para nuestros dientes. Han sido los profesionales de Dental Morante, especialistas en implantes dentales en la provincia de Madrid, los que han comenzado a indagar en el asunto, comprobando de manera irrefutable que también este humo juega un papel fundamental en la podredumbre y la mala salud bucodental que pueden llegar a presentar nuestros dientes.
Un problema que es cada vez más común en España
Es una noticia en la que, por desgracia, tenemos que incidir, pero que no podemos ocultar de ningún modo. Tres de cada cuatro españoles, según publicó el diario Heraldo, sufren algún problema de índole bucodental. Estas cifras son terroríficas y hablan a las claras no sólo de la pobre calidad de nuestro entorno (estamos expuestos constantemente a muchos humos y gases que también pueden debilitar nuestra dentadura) sino también del poco compromiso que tenemos los españoles con el cuidado de una parte tan importante de nuestro cuerpo como lo es la boca y, más concretamente, nuestros dientes.
Acudir al dentista no es, además, una cuestión que nos ilusiones especialmente. Muchos españoles manifiestan tener miedo a los instrumentos con los que un profesional del sector manipula las piezas que componen su dentadura. Pero lo cierto es que acudir a esa cita es la única manera que tenemos, en muchos casos, de tener un control y de reducir las posibilidades de que nuestra boca se convierta en el aspecto que más afee nuestra imagen exterior. De nosotros depende.
Desde el Ministerio de Sanidad ya se ha hecho incidencia en muchas ocasiones en la importancia que tiene mantener cuidada nuestra dentadura para todo el mundo. Desde aquí, nos sumamos a esa petición de las autoridades y añadimos algo más: tened cuidado los que trabajéis en fábricas o en zonas en las que se esté expuesto a una gran cantidad de humos. Estos gases también son perjudiciales para nuestros dientes, contribuyendo a que se pudran y a que pierdan la blancura que les hace tan bellos y tan especiales.