Quienes tienen niños en casa saben que el ritmo de su armario cambia más rápido que el del resto de la familia. Porque, además de que crecen y hay que renovar ropa cada poco tiempo, también hay que tener en cuenta que su sensibilidad al frío, al calor o a la humedad es distinta a la de los adultos. Y es que vestir bien a un peque no va solo de estética, sino también de comodidad, salud y hasta de logística, especialmente si todavía gatea, empieza a caminar o está en plena fase de “me lo quiero quitar todo”.
Aquí va un repaso por los consejos más útiles que madres y padres comparten cuando se trata de acertar con la ropa infantil según la estación, con ideas que se basan más en la experiencia real que en lo que diga una etiqueta o un catálogo.
Primavera: capas ligeras y ajustes flexibles.
La primavera, con sus cambios de temperatura de un momento a otro, es la estación en la que vestirse se parece más a resolver un puzle. A primera hora hace fresco, al mediodía aprieta el sol, y por la tarde puede levantarse viento o caer una llovizna. Por eso, muchas madres recomiendan aplicar la famosa “técnica de la cebolla”, pero adaptada a niños: nada de sobrecargar de prendas que luego no saben quitarse solos, sino elegir capas finas y cómodas que se puedan poner y quitar sin drama.
Un body de algodón con manga larga como primera capa, una camiseta de manga corta encima y una sudadera con cremallera pueden funcionar bien para los que ya caminan. Para bebés que van en carrito, el saco de entretiempo o una mantita fina siempre están presentes “por si acaso”. En cuanto a las piernas, las mallas siguen siendo un aliado perfecto en primavera: no abrigan tanto como en invierno, pero protegen mejor que un pantalón corto.
Las madres más organizadas también señalan que es útil llevar siempre en la mochila una muda de repuesto y un gorro de tela ligera. Porque, aunque el día haya empezado nublado, no es raro que el sol se cuele por sorpresa y la cabeza de los peques necesita estar protegida.
Verano: tejidos transpirables y mucha libertad.
Cuando el calor aprieta, los niños se sienten igual de agobiados que los mayores, pero tienen menos recursos para gestionarlo. Por eso, lo más importante en esta época es evitar cualquier prenda que les genere calor innecesario o que limite su movimiento. Aquí es cuando el algodón se convierte en el mejor amigo de las familias, sobre todo si es de textura suave, ligera y sin etiquetas que rasquen.
Los peleles sin mangas, los pantalones tipo bloomers y las camisetas amplias se convierten en los básicos del día a día. Para bebés que todavía no andan, los monos enterizos de una sola pieza permiten cambiar el pañal con facilidad sin tener que desvestirlos por completo, algo que se agradece mucho cuando hace calor.
Una de las cosas que más se repiten entre madres es el uso de ropa con protección solar. Hay marcas que ya fabrican camisetas con factor UPF que bloquean parte de los rayos UVA y UVB, lo que permite a los peques moverse por la playa o el parque con un extra de protección, sin necesidad de estar embadurnándolos constantemente con crema. Y aunque parezca una tontería, elegir colores claros también ayuda: los tonos oscuros retienen más calor, mientras que los pasteles o los blancos reflejan el sol.
En los pies, las sandalias con suela flexible son una opción muy valorada, sobre todo si tienen cierre de velcro y son fáciles de poner. Para quienes aún están aprendiendo a caminar, hay sandalias de puntera cerrada que protegen los dedos sin recalentarlos, y las madres insisten en que este tipo de detalles marca la diferencia cuando se está todo el día en la calle.
Desde Blau i Rosa señalan que conviene fijarse más en la calidad de los tejidos y en la practicidad del diseño que en las modas de temporada, ya que las prendas que realmente acompañan a los niños en su ritmo veraniego suelen ser las más cómodas, frescas y fáciles de cuidar.
Otoño: volver a abrigar sin pasarse.
Con el cambio de estación, las mañanas vuelven a ser frescas, los días se acortan y empieza ese momento en que la ropa de verano ya no es suficiente, pero la de invierno aún abriga demasiado. Aquí entra en juego una combinación de intuición y observación, ya que no todos los niños toleran igual el descenso de temperatura.
Una de las claves que más repiten las madres es la elección de prendas de entretiempo que puedan convivir con otras sin generar sensación de agobio. Los chalecos acolchados, por ejemplo, permiten abrigar el torso sin inmovilizar los brazos, lo que resulta ideal para niños que están empezando a moverse más. Las sudaderas con capucha, los pantalones de felpa fina y las camisetas térmicas de manga larga también ocupan su lugar en los cajones de otoño.
Otro truco habitual consiste en tener siempre a mano un par de leotardos para combinar con vestidos o shorts. Y es que muchos modelos de verano pueden seguir usándose con un poco de ingenio, adaptándolos al nuevo clima con medias, botines y chaquetas, lo cual, además de ahorrar espacio y dinero, prolonga la vida útil de la ropa.
En cuanto al calzado, con la llegada de la lluvia, aparecen los zapatos impermeables, los botines con velcro y las botas de agua. Aquí, más que el diseño, lo que se valora es que sean fáciles de poner, que se sequen rápido y que permitan caminar con seguridad incluso sobre suelos mojados.
Invierno: calor sin rigidez y prendas que se adaptan.
El frío trae consigo bufandas, gorros, manoplas… y también un pequeño reto: mantener a los peques abrigados sin que parezca que llevan puesto un edredón. Porque en invierno, la libertad de movimiento sigue siendo igual de importante, y es fácil caer en la tentación de sobreprotegerlos con capas que los hacen torpes y molestos.
Madres con experiencia recomiendan priorizar las prendas térmicas y los forros interiores. Una camiseta térmica ajustada al cuerpo, una sudadera de felpa por encima y un abrigo ligero pero acolchado son suficientes para el día a día, sobre todo si los peques se mueven mucho o van a estar en interiores. Y para bebés que no caminan, los sacos para carrito con interior polar son la salvación total: abrigan sin necesidad de tanta ropa y evitan los lloros al vestirlos.
El uso de monos de una sola pieza también se vuelve más frecuente en esta época, especialmente si el niño va a jugar en el parque, en la nieve o en zonas donde el frío es constante. Estos monos, si están bien diseñados, permiten moverse sin quedar como “robot”, algo que agradecen tanto ellos como los padres que tienen que correr detrás.
Los pies necesitan atención especial en invierno. Calcetines gruesos, suelas que no resbalen y botas que protejan del agua y el viento son esenciales. Muchas familias optan por forros interiores extraíbles en los zapatos o botas, porque permiten secarlos rápido y mantener el calor.
Transiciones entre estaciones: evitar el caos del armario.
Un tema que se comenta mucho en círculos de padres es cómo gestionar los cambios de estación sin que el armario se convierta en un caos. Porque no siempre hay un corte claro entre una época y otra, y a menudo nos vemos usando manga corta un día y chaqueta al siguiente.
Una estrategia que ayuda bastante es tener una zona del armario con prendas “comodín” que valen para más de una estación. Las camisetas de manga tres cuartos, los pantalones de tela suave que no abrigan demasiado, los chalecos o las parkas finas son prendas que entran en juego en primavera y otoño por igual. También es buena idea hacer un repaso cada cierto tiempo y retirar lo que se haya quedado pequeño o desgastado, para no acabar con montañas de ropa que ya no vale y que solo generan más lío.
Algunas madres organizadas clasifican la ropa por capas y estaciones en cajas o bolsas etiquetadas. Así, cuando llega el frío o el calor, solo hay que sacar el conjunto que corresponde y revisar si algo necesita reemplazo. Y quienes tienen más de un hijo suelen aplicar el truco del “relevo”: guardar lo que uno deja de usar para que le sirva al siguiente, siempre que esté en buen estado.
Pequeños detalles que significan mucho.
Por ejemplo, los botones pueden ser un incordio para niños pequeños que aún no saben vestirse solos. Las madres suelen preferir cremalleras, velcros o cierres a presión, que son más prácticos para el día a día. Lo mismo pasa con los cuellos demasiado ajustados o los pantalones sin cintura elástica: todo lo que complique vestirse o ir al baño se convierte en un problema.
Otro detalle a tener en cuenta es la forma en la que se lava la ropa. Muchas familias coinciden en que prefieren prendas que puedan meterse en la lavadora sin mucho jaleo, que no necesiten plancha y que aguanten bien los trotes de la vida real. Porque por muy bonita que sea una chaqueta, si no sobrevive a la guardería, probablemente no vuelva a salir del armario.
Y, para terminar, algo que casi todas las madres repiten con una sonrisa: hay que escuchar al niño. Si un jersey le pica, si una camiseta le aprieta o si un pantalón le da calor, lo dirá. Y si aún no lo dice con palabras, lo hará quitándoselo o negándose a ponérselo. A veces, la mejor guía para acertar con la ropa es prestar atención a sus gestos, sus enfados y sus preferencias. Porque por mucho que nos guste un conjunto, si a ellos no les convence, difícilmente lo llevarán contentos.