Disfrutar de un café acompañado de un bollo en un magnífico entorno es uno de esos pequeños grandes placeres que hacen de nuestra vida más amena y alegre. A menudo, esta es una de las mejores alternativas para disfrutar de unos agradables momentos con familiares, amigos y compañeros de trabajo. Si sabemos elegir con criterio dónde acudir para ello, nuestra mente agradecerá el ‘break’ y nuestro paladar también.
En una mediana o gran ciudad la posibilidad de elegir un lugar para disfrutar de ese descanso es superior por motivos evidentes. No obstante, también es superior la posibilidad de equivocarnos y dejar de conocer locales extraordinarios en detrimento de otros quizá no tan buenos. Aunque es muy difícil manejar todo el volumen de información, la recomendación no puede ser otra que la de estar al tanto de los lugares más recomendados y que presumen del mejor servicio de cafetería y bollería.
Llevo dos décadas viviendo en la ciudad de Alicante. Vine aquí por motivos laborales y el encanto de la ciudad, manifestado a través del clima y su gente, me enamoró desde el primer momento. Tanto fue así que, cuando acabó mi carrera profesional, decidí quedarme en Alicante en lugar de regresar a mi tierra natal, a Madrid. No tenía ninguna duda de que estaba haciendo lo correcto y que este era el modo para hallar mi felicidad una vez que hubiese cumplido con todos mis años de trabajo.
Una de las cosas que más me ha gustado de Alicante es la cantidad de cosas que se pueden hacer durante el día a pesar de no ser una ciudad especialmente grande. Soy bastante aficionado a tomar un buen café acompañado de un bollo con mis amigos durante algunas tardes y por eso estoy constantemente intentando descubrir nuevos lugares y establecimientos en los que tener acceso a un servicio como tal. Los días en la oficina de la fábrica de chocolates, lugar en el que yo trabajaba, eran menos pesados si a media mañana acudíamos a tomar un café.
Hace unos dos meses descubrí en la ciudad un establecimiento llamado El Molí Pan y Café, en el que se ofrecía a un bajo precio una variada gama de cafés y toda clase de bollos recién horneados. No olvidaré jamás el momento en el que, por primera vez, vi su cartel y sentí su olor. Ese olor tradicional del café y del bollo me hizo recordar los tiempos en los que todavía trabajaba en la fábrica y solía acudir a tomar un respiro sobre las once de la mañana.
Después de comentar el descubrimiento con esos excompañeros, organizamos una pequeña merienda en aquel lugar. Todos ellos estaban expectantes. Estaban deseosos de acudir a nuevos lugares en los que poder salir, disfrutar de una buena velada y de la mejor compañía.
Un lugar extraordinario
La cantidad de gente que estaba en el local cuando decidimos merendar allí por primera vez lo decía todo: Alicante era testigo de cómo un local iba adquiriendo popularidad merced a su gran servicio y el toque tierno de sus productos. En cuanto tomamos el primer café acompañado de un croissant por mi parte empezamos a valorar realmente el descubrimiento que acabábamos de hacer. Todo estaba delicioso e invitaba a que visitáramos más regularmente El Molí Pan y Café.
Así lo hemos hecho. Durante la semana acudimos en, al menos, una ocasión allí, y la verdad es que para muchos de nosotros este es el mejor encuentro de la semana. Yo he aprendido a esperar pacientemente el momento de regresar al local, porque desde el mismo momento en el que lo abandono ya tengo ganas de repetir la experiencia.
Disfrutar de productos tan deliciosos debe ser un derecho para todo el mundo. En Alicante, desde luego, estamos bastante contentos con este local, que no sol atrae a jubilados como yo sino que también es ideal para que los trabajadores de la ciudad se tomen un descanso más que reparador para continuar con sus labores.