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El aroma puede ser la mejor (o la peor) estrategia de marketing

Casi todos nosotros hemos estado alguna vez en un establecimiento, ya sea un comercio, un restaurante o cualquier otro negocio, donde la palabra limpieza, quedaba muy lejos de su registro habitual. Y es que no hay nada peor que llegar a un sitio sucio, mal oliente o con unos servicios mal cuidados, sin papel higiénico, toallas desechables o sin jabón.

Esto es uno de los mayores errores que cualquier empresa podría cometer, y la desafortunada imagen que ofrece al  pública, en poco tiempo traerá consecuencias, porque la limpieza, el orden y el buen olor, son fundamentales para atraer al cliente a nuestro terreno. Sobre todo este último, el olor, está totalmente demostrado que influye en las personas enormemente, capaz de evocarles recuerdos, sensaciones y emociones. Porque el olfato, más que ningún otro sentido, es capaz de afectar a la memoria, que actúa por asociación. Es lo que se conoce con el nombre de memoria olfativa.

Porque cuando un ser humano huele un determinado aroma, este puede evocar en él recuerdos asociados a éste, ya sean agradables o desagradables. Por ejemplo, el olor a ropa limpia puede recordarnos al hogar familiar o el de la lluvia a nuestra infancia. Yo no puedo oler la lavanda sin que inmediatamente me venga a la memoria mi abuelo.

Cada vez son más los establecimientos que recurren a los olores como estrategia de marketing, hasta ahí el poder de la memoria olfativa, y esto es porque realmente funciona. Y de hecho, la mayoría de los establecimientos se reconocen por su aroma particular.

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Cuando un local huele fatal

¿Qué es lo que ocurre cuando entramos en un establecimiento y nos invade de golpe un olor nauseabundo? Pues que directamente nos vamos. Y aunque algunas personas que por educación son capaces de aguantar casi cualquier cosa, aguanten estoicamente hasta haber terminado lo que habían ido a hacer, lo más probable, es que no vuelvan a poner los pies en semejante espacio.

Cuando un negocio textil huele mal, las ganas de comprar son más bien pocas, pero es peor aun cuando se trata de un local de restauración. Y lo mismo ocurre con cualquier producto o servicio que ofrecido por una empresa que huele mal. Además, inmediatamente tendemos a pensar que de la misma forma que uno no cuida “su casa” difícilmente va a cuidar a sus clientes.

Por el contrario, cuando un establecimiento huele bien, provoca en la gente sensaciones agradables que les invitan a quedarse, a comprar, a consumir, y eso olor, los acompañará para siempre cada vez que recuerden la tienda, el local, el negocio o vean una imagen de la marca.

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